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La Pereza del Gato

martes, 12 de mayo de 2009

En su naturaleza de gato, son las horas del atardecer, del crepúsculo y del alba las que marcan su actividad. Las horas en que las presas están tan cansadas o están ya tan hambrientas que se despistan. Fuera de estas horas está en reposo, se relaja. Justamente ese tiempo de reposo coincide con las horas humanas de actividad.

Este "perezoso" aparente, en nuestro entorno humano, como ya no caza para alimentarse y no teme a ningún depredador, su tiempo lunar no tiene fin. Está ocioso.

La pereza, formulada en lenguaje humano, nos lleva a la obsesión por acumular acciones realizadas por obligación, a la idea de trabajo sin aliento, como si fuéramos corredores de maratón.

Al envidiar a nuestro gato (ese ocioso y perezoso), nos comparamos con la pereza, la ociosidad, la no acción absoluta, con el permiso y la prohibición, es decir, con la moral ejercida en nuestro entorno cultural. La idea de pereza va ligada al rechazo de todo tipo de esfuerzo. Se trata de la interrupción de cualquier deseo de movimiento y no de una pausa. El mundo se detiene.

El gato, como nosotros, conoce por instinto los límites que no debe superar, es medio diurno medio nocturno, se activa a su manera y esto le fatiga. Se somete a una diferencia horaria constante y ¿qué hace?: Vaguea!!!

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